Hace cosa de 2 años, Telemadrid emitió un reportaje sobre ARCO, la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, y en él, el periodista confundió la mochila que un estudiante había dejado en el suelo, con una obra de la exposición, tal y como lo cuento. Esto define para mí perfectamente el arte contemporáneo, algo que se puede confundir con una mochila de colegio.
Morralla y no morralla
Así que, mucho me temía que el Centro Pompidou, el museo parisino de arte contemporáneo, no me iba a gustar mucho, que lo que me iba a encontrar dentro era morralla. Y me equivoqué, lo que me encontré dentro no fue morralla, sino...mucha morralla. Podría poner alguna foto de las “interesantes” esculturas que Margarita y yo nos encontramos dentro, pero por respeto a su autor no lo haré.
Bueno, vale, soy muy exagerado y me dejo llevar, no todo es morralla. Había varios Picasso, no muchos porque la mayoría están en su propio museo, que merecían la pena verse. Pero para mí, lo mejor del Centro Pompidou no estaba en su colección permanente. Para mí, merece la pena ser visitado por los siguientes motivos:
El edificio, arquitectónicamente hablando es muy bonito, con unas escaleras exteriores acristaladas que proporcionan una bonita panorámica del barrio. Tiene en su interior una enorme librería de arte, aunque eché en falta libros en castellano. Es otra de las pocas atracciones turísticas de París que cierra tarde, a las 21:00 exactamente. Y sin duda, el barrio donde se sitúa, Les Halles, es el más animado y con más ambiente de los que Margarita y yo vimos en París. Cenamos allí 2 veces, en un McDonalds y en un italiano.
Centro Georges Pompidou
miércoles, 29 de agosto de 2007
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