El museo
Tras comer buscamos el museo Picasso. Nos costó bastante encontrarlo porque el plano de acceso era cubista. De acuerdo, es broma. El museo, aunque escondido, está muy bien señalizado por todo el barrio, y no tiene pérdida. Es bastante grande y si a uno le gusta Picasso es una visita ineludible. Es una muestra perfecta de toda la obra del pintor. Puede que le falten cuadros más destacados, que estén en el Reina Sofía o en el museo Picasso de Barcelona, pero en cualquier caso, el de París es estupendo, con representaciones muy buenas de cada una de las etapas del pintor. Así, alguien como yo, que no soy un gran fan de Picasso ni se mucho de él, salí sabiendo mucho más de su vida, de su obra y encima me gustó mucho alguna de sus etapas, la rosa, en concreto.
Entre lo que más me gustó estaba una “escultura” de un mono hecha con objetos cotidianos, como, por ejemplo, su cara, que era el frontal de un coche de hojalata. A Margarita le gustaron muchos de los cuadros, sobre todo de los numerosos retratos de Dora Maar y de su hija Maya.

Retrato de "Maya con muñeca" de Picasso
Al salir de la exposición disfrutamos de un largo descanso en el jardincito que tiene el museo, y es que, estábamos a mitad del viaje y las energías ya empezaban a faltar...
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