sábado, 25 de agosto de 2007

Cenando (y comiendo) por París

La primera salida para cenar iba yo con algo de miedo, ¿nos apañaríamos bien después de mis desafortunadas experiencias hace 10 años?

La dichosa jarra de agua

Tras los 5 días, la conclusión más importante que saqué es que, cuando uno quiera disfrutar de la hostelería parisina tiene que saber decir “carafe d’eau” (se dice algo así como “caraf do”) y que en castellano significa “jarra de agua”. Si no, estás perdido.

Durante nuestra estancia allí, el PIB de Francia subió un 20% gracias a los generosos donativos que Margarita y yo hicimos consumiendo sus “económicas” botellitas de agua Vittel, Evian o San Pellegrino. Daba igual cómo la quisiéramos pedir, el caso es que nunca nos traían la jarrita de agua y siempre una botellita de las mencionadas, al precio de 3’5 euros (la más barata) los 33 cl. La San Pellegrino merecería un post a parte, algo más de 4 euros, con más gas que agua y un sabor más amargo que el final de Bambi. Eso sí, como purgante no tiene precio.

Lo más curioso del asunto agua es que cada vez que nos pedíamos un helado, ¡nos ponían una jarrita de agua y dos vasitos sin pedirla nosotros! Visto lo visto, a lo mejor la solución en los restaurantes era pedirse un banana split de primer plato.

Malentendidos y decepciones

Para comer por París también es importante tener en cuenta que la mayoría de los hosteleros franceses no parecen estar muy acostumbrados a la acción de señalar el menú. Así que, o tu pronunciación es perfecta o despídete de que te traigan lo que has pedido. Pero, fíjate que cosas, que siempre traían algo muy parecido a lo que habías pedido pero un poco más caro, y claro, como el menú no lo entiende ni su tía, pues hasta que no veías la cuenta no te dabas cuenta del “error” a su favor.

Otra cosa, si quereis pediros un café con leche, no pidais un "cafe au lait", como más de uno pensábamos que se decía, sin duda debido al personaje Cafe-olé de la sensacional (sin sarcasmo) película Top Secret. Un café con leche en Francia, se dice crême.

Para acabar con las cosas negativas, Margarita, que iba con intención de degustar lo que en teoría son los mejores croissantes y crepes del mundo, volvió del viaje algo decepcionada, tal vez tuvimos mala suerte eligiendo el sitio donde probarlos...

Cosas buenas, que haberlas haylas

Pero bueno, no todo fue negativo, además, para ser justos, lo de malinterpretar el menú solo nos pasó 3 veces. Tuvimos buenas experiencias, como en el restaurante del museo Orsay, superchulo y 15 euros por persona, pero sobre todo el penúltimo día. Ese penúltimo día comimos en un restaurante junto al cementerio de Montmartre donde su dueño, un chico muy simpático, hizo esfuerzos en explicarnos en español todo el menú. Y por la noche cenamos en un restaurante pequeñín, cerca del barrio del hotel, por el Louvre. El sitio, decorado con recuerdos de un cantante francés y con camisetas de rugby de muchísimos equipos y países, lo llevaba un chico negro que probablemente era el francés más simpático de París, no dejó de sonreír en toda la noche y también nos explicó pacientemente la carta.

Platos del museo Orsay: Pescado y quesos




Los platos que nos pedimos en Orsay. Plato de pescado para Margarita y tabla de quesos para Wonton.

Y es justo decir que íbamos bastante acongojados con el tema del precio de los restaurantes y, exceptuando los incidentes con el agua y los platos equivocados, no tuvimos problemas en encontrar menús interesantes por 12 euros por persona, que para lo que esperábamos, y para la zona donde nos movíamos, estaba muy bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, mi chico me lleva este viernes un par de días a París y me encantaría saber cuáles eran esos dos restaurantes que os gustaron, el que estaba cerca del Louvre y el que estaba cerca del cementerio, a ver si los encontramos. Muchas gracias
Covadonga